El 'Quijote' y sus ediciones de corcho

Los muros medievales del Convento del Carmen guardan celosamente los repertorios artísticos del Castillo de Peralada. Uno de sus tesoros ocultos es la Biblioteca donde destaca una de las mejores colecciones cervantinas privadas del mundo. Fue Miquel Mateu Pla (1898-1972), empresario, coleccionista y bibliófilo, quien en 1923 y tras la adquisición del Castillo comenzó a recopilar obras de arte, que abarcan prácticamente todas las técnicas. Sin embargo, una de sus grandes pasiones fue la bibliofilia y en especial destacó su incesante labor en torno a la figura de Cervantes.
Dentro de esta colección con más de 5.000 ejemplares son numerosas las impresiones dirigidas a bibliófilos y el objetivo de este artículo es precisamente fijar la atención sobre algunas de ellas, por añadir un soporte que hasta ese momento no había sido utilizado en ninguna de las ediciones de la obra cervantina. Me refiero a las publicaciones sobre láminas de corcho, que realizó el impresor, librero y editor Octavi Viader Margarit (1864-1938) en 1905-1906, como conmemoración del tercer centenario del Quijote y que su hijo, Josep Mª Viader Canals (1907-1989) reedita con algunas mejoras, como homenaje a su padre cincuenta años más tarde.

Las letras capitales policromadas diseñadas por Eudald Canibell
La novedosa edición, de sólo 52 ejemplares, se presentó en el Ateneo Barcelonés el 10 de junio de 1906. El éxito fue rotundo y la prensa nacional e internacional se hicieron eco de ello; este mismo año la obra se presentó en el marco de la Exposición Colonial en el Grand Palais de los Campos Elíseos de París. Las menciones y premios recibidos por el trabajo y dedicación de Viader se sucedieron en las décadas siguientes.
En un contexto donde la burguesía más emprendedora fomentaba y formaba parte de las numerosas iniciativas culturales, Octavi Viader acometió su gran proyecto editorial. Asentado desde 1885 en su Sant Feliu de Guixols natal, después de su formación como tipógrafo en Barcelona, se decidió a crear un sello propio y para ello debía hacer algo único, inédito y especial. N
o fue una tarea fácil dado lo incipiente de la técnica de confección de láminas de corcho para poder imprimir sobre ellas. Fue la casa Karl Lindemann de Dresden quien en 1880 empezó su fabricación con una maquinaria manual, pero será la compañía de origen alemán Bender & Cia, de Frakenthal, ubicada en Sant Feliu de Guixols, quien proveerá a Viader del material necesario para la confección de su edición.
Con la idea de ofrecer una impresión novedosa se pone en contacto con Eudald Canibell (1858-1928), tipógrafo y dibujante, que intervendrá de forma muy activa en la elaboración de esta lujosa edición. Canibell es el encargado de prologar el libro en forma de epístola, dato sustancioso que recoge la intencionalidad del editor, el cual buscó la recuperación del humanismo renacentista a todos los niveles. Hacia 1891 el tipógrafo estudió y diseñó una caligrafía propia, el tipo gótico incunable “Tortis”, que se aplicará a la edición de Viader.
Este hecho causó cierta controversia entre una minoría de intelectuales, que defendían el anacronismo de la elección. Canibell, sin embargo, dedica una parte destacable de su prólogo a justificar la decisión del editor, alegando que esta intervención suponía una “redención”, teniendo en cuenta la descuidada tipografía de las primeras ediciones.
⁄ Miquel Mateu quiso añadir un soporte que no había sido utilizado en ninguna de las ediciones de la obra cervantinaDe esta forma, Viader va conformando su particular obra de arte, donde las innovaciones vienen determinadas por la delicada atención que concede a la tipografía, al formato, a la encuadernación…, en definitiva, a la estética que con toda intención nos remite a las impresiones renacentistas. A la tipografía propuesta, Canibell añade el diseño de las letras capitales policromadas, utilizando pan de oro como decoración.
La portada, también de corcho, está esgrafiada a fuego por Josep Roca y fue diseñada por uno de los grandes exponentes del modernismo catalán, Lluís Domènech i Montaner (1850-1923). Para las guardas interiores el mismo Canibell planteó una orla geométrica perimetral, siguiendo el modelo de los incunables. Los dos volúmenes que conforman la edición se presentan en un estuche de cartón forrado de piel con letras doradas.

Germà Viader fue el encargado de realizar la tipografía y el diseño de la nueva edición de 1955
Como ya he comentado, en 1955, como homenaje a la labor de su padre, Josep Mª Viader imprime una nueva edición del Quijote en corcho, con algunas mejoras como la calidad de las láminas y con nuevas aportaciones, entre ellas las 34 ilustraciones extraídas de la edición de la Real Academia de 1780. Consta de dos volúmenes encuadernados en cuero repujado, obra del artesano barcelonés Carlos Roca Casanovas, en el interior de un estuche de corcho.
Como el mismo editor apunta, la edición está dedicada a las “Repúblicas Iberoamericanas en voto y prenda de nuestros perennes lazos de unión”. Al igual que en la edición anterior, la composición tipográfica recoge el modelo gótico y las letras capitales policromadas y doradas son obra de Germà Viader.
Otro aspecto que determina la admiración por la labor paterna es la reproducción idéntica del diseño de las guardas interiores, que Canibell proyectó para la edición de 1905. El editor encargó el prólogo a Juan Sedó Peris-Mencheta, uno de los más reconocidos cervantistas y creador de una de las mejores colecciones de Qujjotes del mundo.
A través de estas líneas sobre algunas de las joyas bibliográficas de la colección Mateu vislumbramos el esfuerzo, tesón e iniciativa de editores como el linaje de los Viader, que no se limitaron a imprimir de manera formal, sino que buscaron nuevas fórmulas para que excepcionales creaciones literarias llegaran a convertirse en auténticas obras de arte.
Susana García, Conservadora, Castell de Peralada
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