Colombia indefensa

Todos los colombianos de bien hacemos votos por la pronta y completa recuperación de Miguel Uribe Turbay. Acompañamos a su familia y allegados en este momento de angustia. Exigimos al Gobierno que nos proteja a todos por igual, empezando por los candidatos presidenciales, personas valientes que viajan por todos los rincones del país exponiendo su vida en busca de convencer a los colombianos de que un mejor futuro es posible.
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El 2011 aprobamos la regla Fiscal. Era ministro de hacienda. La regla defiende la prudencia contra la política. Todos conocemos los instintos de los políticos. Ellos se conocen a sí mismos. La Regla Fiscal es una aceptación, por parte de ellos, de que si se dejan llevar por sus instintos, todo se va al traste.
Así estuvieron las cosas hasta que llegó un político, Gustavo Petro, que no le importa que todo se vaya al traste. La regla es la forma de defender al país frente a los políticos, y a los políticos de sí mismos. Petro quiere al país indefenso.
Ahora bien, no toda la responsabilidad le cae a este gobierno. El inicio del colapso fiscal está en la pandemia. Recuerdo haber escrito en ese momento que todos éramos keynesianos. Frase que, una vez dicha, empieza a pesarle al país como le pesa a un alcohólico tomarse a un trago luego de 20 años sobrio.
El problema con el keynesianismo es que es una adicción mental a sentirse más inteligente que la realidad. A que el ministro de hacienda crea que sabe cosas que no sabe. Por ejemplo, que en tal año el déficit fiscal correcto es de 4 puntos porcentuales del PIB. El siguiente año se inventa un argumento para que sea 5, y luego 6.8 (donde ya estamos); en ese momento descubren que abrieron la caja al pillaje de las peores fuerzas de una sociedad.
Un analista brasileño me dijo esta semana que Colombia se estaba comportando como un borracho que, sin embargo, paga sus deudas. Preguntó si creía que ése seguiría siendo el caso.
Le respondí que la imagen era distinta. Se trata de una familia con dos hijos, uno borracho (y drogadicto, tal vez) y otro trabajador. El que paga las deudas es el segundo, que se levanta a trabajar diez o doce horas cada día, llega a tiempo, cumple las citas y las fechas de entrega, está pendiente de llenar la nevera, pagar los servicios públicos, las matrículas de los chicos, y las cuotas del carro y la casa.
Ese hijo debe volver a manejar la plata y al borracho/drogadicto, deben quitarle la botella de la mano, las drogas del bolsillo y el manejo de la plata de la casa. Por supuesto mandarlo a una terapia de rehabilitación. Que costará un dinero.
Para ponerle números a esta fábula de los dos hermanos, el gobierno Duque llevó el déficit de 2.5% del PIB a 7.8% en 2020 a raíz de la pandemia. En ese momento usó la misma cláusula de escape de la Regla Fiscal que ahora usa Petro. Ante el COVID, todos lo consideramos razonable.
Pero Duque le dio el primer trago al alcohólico. Es más, puso una botella de licor en sus manos. Decidió regalar media tanqueada de gasolina a los dueños de carros, y de ACPM a los dueños de camionetas de alta gama y camiones. También atrasó el aumento de los precios de la energía, y usó una supuesta “Opción tarifaria”, que se compensaría con aumentos de tarifas más que proporcionales cuando pasara la pandemia.
Con los precios no se juega. Decir que “después devolvemos todo a la normalidad”, es una promesa de borracho, de una ingenuidad costosa. Porque volver a subir los precios de la gasolina fue difícil, y los del ACPM le ha quedado grande a Petro. Tenemos un presidente bravucón con unos y cobarde con otros. A los camioneros les tiene miedo, porque le recuerdan a la primera línea, y le paran las carreteras. Un presidente con pantalones va a tener que plantarles la cara y aguantarse varios días de paro camionero. No hay otra.
Los casi 90 billones de pesos que han costado esos regalos a los camioneros y los dueños de carro habrían salvado la estabilidad fiscal. Son 90 billones de pesos que hemos pagado el resto de colombianos, es decir, el hermano trabajador al alcohólico. Aparte, como Ecopetrol sirvió de fiador, eso le secó la caja, y le impidió desarrollar los campos de gas del Caribe, lo que creó la crisis de ese hidrocarburo. El borracho danto tumbos.
¿Ven los peligros del keynesianismo? No hay nada más peligroso que un presidente generoso acompañado de un ministro culipronto. Esperaban que una vez pasara el COVID nos curáramos también del keynesianismo. Pero en 2022 11.2 millones de colombianos, agobiados y desencantados, se dejaron engatusar de los dos promeseros de paraísos fáciles, el ingeniero y el exguerrillero. Optaron por la actitud del borracho de gastar así no haya con qué.
Esto llevó a que el pago de intereses del gobierno pase de poco más de 2% del PIB en 2012, a cerca de 3% antes de la pandemia, a superar 4% en 2022, y se encamine a cerca del 5% del PIB (ver la gráfica). Sólo en pago de intereses, repito.
A raíz de ese salto en el pago de intereses, la situación pasa de alarmante a insostenible. Hay un fenómeno perverso que es la falta de credibilidad de los acreedores. La consecuencia de que a uno no le crean es que cada vez le cobran más tasa de interés por los nuevos créditos. Eso se ha vuelto la regla en el gobierno Petro. Cada vez le cobran más y a menor plazo. Ya nadie por fuera quiere prestarle a más de 5 años, y a spreads mayores que los de países de bonos basura.
Dentro de Colombia, el gobierno se ha encontrado en las AFP, los bancos y las entidades públicas unos acreedores formidables y condescendientes. Los fondos de pensiones no ponen la plata en el desarrollo del país porque están en el limbo de la reforma pensional. De manera que compran más y más TES del gobierno. Los bancos han parqueado mucha plata en TES y a las entidades púbicas las obligan a guardar sus excesos en TES.
Mención especial requieren los cuatro ministros de hacienda de Petro. José Antonio Ocampo pasó una pésima reforma tributaria, varios de cuyos artículos se iban a caer, y con esa promesa gastó de manera permanente frente a ingresos inseguros y transitorios. Luego se llevó a 2023, en forma de mayores retenciones del impuesto de renta, los ingresos tributarios que debían ser de 2024. Infló su recaudo y su estatus, gastó a manos llenas, y heredó una bomba fiscal que le estalló en las manos a Ricardo Bonilla.
Bonilla se vio a gatas para cumplir la Regla Fiscal, a la que ya nadie le creía. Luego Diego Guevara, ante el incumplimiento flagrante de la ley de Regla Fiscal, se inventó las supuestas “Operaciones de una sola vez”, para sugerir que lo que había hecho Ocampo nunca se iba a volver a hacer, y que los ingresos se recuperarían.
Cuál sería nuestra sorpresa cuando Petro y el nuevo ministro Germán Ávila emitieron un decreto que repite el despropósito de Ocampo, de traer a 2025 los ingresos de 2026. Desfinancian el futuro para pagar gasto permanente con ingresos transitorios. Sólo se entiende en la mente distorsionada de un adicto al trago que quiere comprar una botella más, sólo una.
Los platos rotos los pagaremos todos. El keynesianismo siempre se paga. Lo paga el hermano trabajador, si es que algunos de esos 11.2 millones de colombianos se desencantan y le entregan las riendas de este descalabro a alguien serio.
Si no, lo pagamos con una crisis tremenda que se dispara por el cierre de los mercados de crédito. No describo lo que eso sería. Ya Colombia estuvo allí entre 1998 y 2000, luego de que Ocampo, como ministro de hacienda de Ernesto Samper, dejara un déficit fiscal de 7.7% del PIB.
Este gobierno heredará un déficit cercano al 8% del PIB y una crisis fiscal representada en gastos inerciales de proporciones bíblicas. Empiecen en los debates a preguntar a los candidatos presidenciales qué día, después de agosto 7, 2026, suben el precio del ACPM y las tarifas de energía. El que no sepa de eso o evada la pregunta, no merece ser presidente. Seguro que le gusta el trago.
EL PAÍS