Better Man, la historia de Robbie Williams: una biopic audaz, pero que no termina de iluminar la vida que cuenta
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Better Man: la historia de Robbie Williams (Better Man, Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Francia, China/2024). Dirección: Michael Gracey. Guion: Simon Gleeson, Oliver Cole y Michael Gracey. Música: Batu Sener. Fotografía: Erik Wilson. Elenco: Robbie Williams, Jonno Davies, Steve Pemberton, Damon Herriman y Anthony Hayes. Duración: 135 minutos. Calificación: Apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.
La biografía de una estrella de rock concede libertades creativas que no suelen permitirse las dedicadas a otro tipo de celebridades. La razón bien puede ser que el estado de conciencia moldeado por una corriente y vigorosa ingesta de drogas, el vínculo con el nonsense y la asociación libre de ciertas letras y la psicodelia de la estética visual de muchos artistas resultan mejor representados en la fantasía, en ideas provocativas e inesperadas, que en el apego a los hechos históricos y al realismo.
Better Man, inspirada por la vida del cantante británico Robbie Williams, acaso se haya atrevido a la más osada de las ideas vistas en este frecuentado género: su protagonista no está encarnado por un actor que intenta reproducir el aspecto físico o aquello que haya identificado como la esencia del personaje, sino por un mono creado digitalmente que parece escapado de la franquicia de El planeta de los simios. No se ofrecen demasiadas explicaciones para semejante salto al vacío. Al comienzo, el personaje dice que quiere mostrarse ante el público como él se ve a sí mismo y luego que nunca logró evolucionar más allá de sus 15 años. En un inesperado apunte darwinista, el mono vendría a ser, entonces, una metáfora de su involución personal.
Desde el punto de vista creativo, no se puede más que elogiar la audacia de semejante acto. Al mismo tiempo, parece la peor idea del mundo: se trata de la biografía de un ídolo en la que el ídolo (o un actor que se le parezca mucho) nunca aparece. El principal público de la película (los fanáticos de Robbie Williams) probablemente se sienta alienado al tener a su objeto de deseo convertido en un chimpancé humanoide adicto a la cocaína.
El film hace una presentación muy poco complaciente de su protagonista. Aunque utiliza el arco característico de ascenso, caída y vuelta ascender de casi todas las biopic, el principal antagonista es el propio Robbie Williams. No es esta una historia autoindulgente de cómo enfrentó los mil obstáculos que el mundo pone ante la concreción de los sueños, sino de cómo se volvió su peor enemigo y cómo conquistó a sus propios demonios. A la vez, el hecho de que el relato esté tan centrado en su interioridad, en la guerra de nervios consigo mismo, no deja demasiado espacio para mostrar aquello que suele ser el enigma principal de las biografías: cuál es la singularidad de este sujeto, qué es lo que hizo llegara a convertirse en uno en un millón.
Basta ver una entrevista de 15 minutos con Williams (son particularmente buenas sus participaciones en el talk show de Graham Norton) para entender por qué es una estrella: es carismático, gracioso, fanfarrón y autocrítico a la vez. Cuando está encendido, Williams tiene el don de capturar automáticamente y sin esfuerzo toda la atención del público. En sus 132 minutos, a pesar de toda su carga autoparódica, esta película no encuentra ese aspecto de su personalidad, su carisma inoxidable, y no termina de ofrecer una iluminación acerca de cómo puede ser que un adicto descontrolado, infantil, egocéntrico, envidioso, holgazán y no tremendamente dotado para el canto haya llegado a convertirse en el mayor ídolo pop de Gran Bretaña.
La explicación que da Better Man está restringida a sus números musicales y, en particular, a una extraordinaria interpretación del éxito “Rock DJ”, que toma Regent Street en el West End londinense. Es el mejor momento del film. Lamentablemente, su riesgo creativo y su bienvenida falta de condescendencia no encontró una recompensa: fue un fracaso en todo el mundo y no llegó a recuperar ni un cuarto de su presupuesto. Por una vez, el ídolo resultó mucho más tolerante a un retrato poco halagüeño que sus propios fans.
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