Mundial de Clubes | El sueño se acabó
¡No, no, no dejaremos que nadie nos quite la discordia! Hay que tomar en serio al próximo rival. Al fin y al cabo, desde la grada seguimos el juego, así que el siguiente rival siempre es el peor del mundo. ¡Por desgracia, así son las cosas! Si tengo que lidiar, aunque a regañadientes, con el SV Darmstadt 98, un club de fútbol que está a 2000 kilómetros del mar más cercano, se debe solo a que la maldita DFB nos enfrentó recientemente a este equipo en su Copa DFB: el partido es a mediados de agosto, VfB Lübeck contra Darmstadt 98, ¡y nos desharemos de los llamados lirios de nuestro tradicional Lohmühle sin dejar rastro!
Ya es bastante malo que el orgullo del Norte tenga que competir con equipos de la tierra de nadie centroeuropea por aberraciones históricas. En un mundo sensato, Lübeck seguiría siendo una ciudad imperial libre, un estatus que el dictador Adolf Hitler, originario de la gran Darmstadt, nos arrebató después de más de 700 años. Una liga digna de la Reina de la Liga Hanseática sería aquella con clubes de nuestras ciudades vasallas: Hamburger SV, Werder Bremen, Malmö FF, Brann Bergen, Riga FC, Lechia Gdańsk, Arsenal London, Standard Liège, Hansa Rostock.
Si hay algo más repulsivo y ajeno al espíritu de Lübeck que el Darmstadt 98, es la llamada DFB, que nos obliga a enviar a nuestro magnífico equipo a batallas sin sentido con equipos de establos de regiones montañosas, y sólo lo toleramos porque, sin los ingresos de la Copa, la próxima quiebra es prácticamente segura.
Darmstadt 98 – No voy a comentar el nombre de esta ciudad ni de este club; eso lo dejo a los hooligans de nuestra incomparable Pappelkurve, que utilizarán pirotecnia para convertir todos los ingresos de la copa en multas del VfB, que luego harán que la maldita DFB vuelva a ser rica y gorda, bueno, sí.
El Darmstadt 98, en cualquier caso, es un lejano recuerdo de los tiempos más inciertos de mi infancia, una disonancia discordante en mi creciente entusiasmo futbolístico, un insulto visceral al sueño inocente que todo aficionado lleva en su corazón: que los pequeños también puedan ser grandes algún día. Acababa de descubrir la existencia de la Bundesliga, allá por 1978, cuando apareció allí un club sorpresa en el que nadie había creído hasta el inicio del partido, y que ahora, de alguna manera, había aterrizado en la Bundesliga procedente de la 2.ª División Sur: ese era el Darmstadt 98, dondequiera que estuviera; los jugadores más famosos eran Peter Cestonaro, Gundolf Cestonaro y Willibald Cestonaro.
Este club cargó con todas las esperanzas, todas las ilusiones, la fe en el cambio, en la libertad y la trascendencia, que resultaron ser hojas marchitas de lirio. Cada semana. Cada maldito sábado jugaban allí, y cada sábado eran pisoteados, aplastados y aplastados. 5-0 en Bielefeld. 7-1 en casa contra el Stuttgart. ¿De qué sirven los desvalidos si se dejan desmantelar sin pensarlo dos veces? El SV Darmstadt 98 es, sin lugar a dudas, el peor club del mundo civilizado; y fuera de él, por debajo del Darmstadt, solo el Holstein Kiel le sigue.
Klaus Ungerer es fanático del VfB Lübeck desde siempre.
nd-aktuell